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La reforma militar de Azaña (1931-1933)

2008 - Editorial Comares

219 p.

  • En los primeros treinta años del siglo XX, en España, raras veces ocupó un ministro la cartera de Guerra más de unos meses. Manuel Azaña, por el contrario, permaneció en el Palacio de Buenavista, sede del Ministerio, durante dos años y cinco meses, siendo también presidente del Consejo de Ministros la mayor parte de este tiempo.Entre el 14 de abril de 1931 y el 12 de septiembre de 1933, fecha de su dimisión, Azaña decretó, y las Cortes Constituyentes de la Segunda República Española aprobaron, lo que fue la mayor y más profundamente meditada reforma de la época. Cuando el 18 de julio de 1936 se produjo la sublevación militar que sumió a España en una guerra civil, poco quedaba de los otros caballos de batalla progresistas: la tenencia de la tierra y la separación de la Iglesia del Estado. La Reforma Agraria había sido desbordada por la apremiante sed de tierra de un campesinado propicio a la acción revolucionaria.
  • Las órdenes religiosas seguían enseñando a pesar de la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, abandonada por los gobiernos radical-cedistas de 1934 y 1935. Pero la reforma militar de Azaña seguía en pie, con muy ligeros retoques añadidos por los ministros Diego Hidalgo y José María Gil-Robles. El 18 de julio de 1936, por lo menos en aquellas guarniciones donde triunfó la sublevación, era evidente que el Ejército constituía una fuerza coherente y bien ?o al menos decentemente? pertrechada. Si el relativo buen estado del Ejército se debía a las mejoras recientes efectuadas por Gil-Robles en 1935, creemos poder demostrar, no obstante, que la obra del jefe de la CEDA sólo pudo realizarse gracias a la labor de Manuel Azaña y no a pesar de ella. La obra militar de Azaña ha sido tratada con hostilidad por los historiadores, y aun los resúmenes más someros de la historia contemporánea de España rara vez omiten decir de Azaña que trituró al Ejército, añadiendo a veces opiniones tópicas sobre sus motivos.
  • Este trabajo, no obstante, no se ofrece como una defensa polémica de Azaña. Sólo busca definir la naturaleza del pensamiento militar de Azaña, y comentar su aplicación, sobre el fondo de las exigencias bélicas de España y el de las limitaciones impuestas por el nivel social, político y económico del país en aquella época. Además, ningún estudio sobre las reformas militares de Azaña puede evitar el examen a fondo de las críticas expertas contemporáneas. Sólo así puede entenderse lo que Azaña se proponía realizar.La reforma de Azaña dejó honda huella en la mente de la oficialidad española. Para algunos, que aceptan todavía la versión heredada, Azaña sigue siendo el monstruo, sospechoso de invertido, que trituró al Ejército por razones puramente sectarias, dejando a España indefensa, a fin de prepararla para su entrega a la masonería y el bolchevismo.
  • Pero otros reconocen que las tres tareas fundamentales acometidas por Azaña ?reducir el exceso de oficiales, adecuar el Ejército a las necesidades y posibilidades de España y despolitizarlo? siguen teniendo actualidad. Hoy día es notable el renacimiento del interés por lo que hizo Azaña en 1931-1933. En parte para contribuir a satisfacer este interés, se ha efectuado esta investigación.Nos proponemos examinar en detalle las principales líneas de la reforma: el retiro voluntario de oficiales y suboficiales, la reforma orgánica del Ejército, la reforma del reclutamiento de la oficialidad, la creación del Arma de Aviación, el establecimiento del Cuerpo de Suboficiales y la separación del Ejército de esferas de la vida que en opinión de Azaña deberían de ser puramente civiles. [Texto de la editorial]
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